jueves, 24 de septiembre de 2009

Sola ante el peligro


Las cadenas en mi vida no pueden faltar. Tampoco los grilletes que me amarran a la pata de la mesa y me esclavizan ante el teclado de mi ordenador. Miss Chain se queda sola ante el peligro. Por delante le esperan 15 días (a los que se suman los tres que van de semana) sin poder menearse de la silla. La gente se queja porque se han quedado sin trabajo por la crisis. Claro, lo acaparo todo yo. Bueno, somos unos cuantos los acaparadores, por lo que he podido saber en los corrillos de cotilleo del gimansio (después de la experiencia choricera en el pijogym he vuelto a mi torturador muscular de barrio pobre) hay peña que tiene hasta tres curros y yo me pregunto...¡¿Cómo lo hacen?!. Yo tengo uno en el que hago horas por dos profesionales y cobro como por medio... becario (vale como un becario alemán, pero un becario al fin de al cabo)


La bossa se ha puesto de parto y mi compi anda perdido por la Pampa argentina haciendo el gaucho así que a la menda le toca pringar...¡Y de qué forma! De lunes a domingo y fiestas de guardar. Al menos me han puesto a un becario (pobrete, este sí que gana una auténtica miseria) al que me toca adiestrar en mi ¿tiempo libre?.


Para más inri Corresponsal y yo no hemos lanzado a la aventura inmobiliara. Nos hacemos de hecho pareja de convivencia a la busca y captura de un psio donde vivir. Es una auténtica pesadilla. Hoy de poco soy secuestrada por una plaga de cucarachas que campaba a sus anchas por los armarios y cajones de una cocina en la que, si te atrevías a tocar algo, corrías peligro de quedarte pegada.


Entre el terror de las inmobiliarias, mi atracción fatal para los desastres (os he dicho que ya se me han roto otras gafas de sol y la chupa) y un horario laboral infinito está claro que es el momento perfecto para echar el euromillón ¿algo bueno me tendrá que tocar?


sábado, 19 de septiembre de 2009

Rayos y centellas


Los 'irreductibles' galos sólo temían que el cielo se cayese sobre sus cabeza. En los últimos días es un temor que también se ha afianzado en mí. Dadas las tormentas y mi suerte, no me extrañaría en absoluto. Tras unas lllaaaaaaaaaargas vacaciones en las que me ha dado tiempo a asistir a una boda, un funeral, un estreno (sin) alfombra roja, un exámen de inglés, numerosos cafeses y cañas estoy convencida que que mi compañero de viaje en el avión era un tuerto con muy mala leche que debió pasarse las dos horas (una y cuarto de viaje y 45 minutos deretraso) mirándome fijamente.


Desde que puse un pie en la isla las desgracias me persiguen. Como dice un buen amigo, 'nena, tienes atractivo para los desastres'. En apenas 24 horas se me rompió la cerradura de casa, la cama (ups...creo que tengo que empezar a cuidarme un poco), las gafas de sol, el coche... y de poco pierdo el móvil y la tarjeta de crédito ¿Quién da más?

Voy por partes. La cerradura se me rompió antes de marcharme de vacaciones. Mi casa se rebeló contra mí y decidió dejarme de patitas en la calle. Un señor cerrajero gordo y campechano, acompañado de su padre, un vejete de apariencia cándida (pero en el fondo un vampiro de las finanzas) me abrieron amablemente de un empujón la puerta y me desmontaron la cerradura para que no me volviese a quedar a dormir en la escalera. En total 10 minutos de trabajo y 70 euros del ala (a la hora de hacer la factura al vejete le salieron los colmillos y descubrí su verdadera identidad).

No me preocupé demasiado "Éstas cosas las paga el seguro" pensé...ay Miss Chain, Miss Chain, que ingenua eres. Lo cierto es que los de la aseguradora (estos ya son un nivel superior, una mezca entre licántropos, vampiros y makinavaja) se hacen cargo de la apertura de la puera pero no de cambiar la cerradura. Para eso tengo que denunciar que me han intentado robar y eso no cuela, si acaso el ladrón se habría compadecido de mí y me habría dejado algo. Así que vuelvo a llamar a la familia de cerrajeros-vampiro. Oculto tras el teléfono el vejete de barba blanca no finge: "serán 300 euros con el desplazamiento". A 300 por hora se me puso a mí el corazón. ¿Acaso piensan ponerme una puerta de acero?¿La van a trasladar en una furgoneta al estilo picapiedra?Por ese precio debería tener puerta y 'puerta' de discoteca mazado, vestido de negro y gafas de sol haciendo guardia en mi casa.

Armada con mi destornillador de a un euro de mi asiático de cabecera (con cabezales múltipes e intercambles, de los wenos) desmonté lo que quedaba de cerradura y me planté en la cerrajería del barrio. 40 euros y seis tornillos después tengo una flagrante y nueva cerradura que me aisle del mundo exterior.

Una vez solucionada la puerta me tumbo en la cama cuando escucho un preocupante ¡¡¡¡clonkchsssssssss! A ver, que he engordado un poco, vale, pero tampoco es para tanto leñe. Acto seguido descubro que el somier, el metal de la estructura en concreto, se ha partido en dos. En mi vena de manitas amateur engancho el rollo de cinta americana y le hago un vendaje de urgencia a la cama.En lo que resta de mes hasta que pueda comprar un nuevo somier sólo se puede dormir en esa cama, única y exclusivamente y repartiendo bien el peso para no acabar durmiendo a la japonesa. Aunque con la racha que llevo dudo mucho que me haga falta para nada más.

Orgullosa de mi nueva faceta de aprendiz de bricomanía me encamino a trabajar. Cuando me sinteo en el coche y, vaya no arranca. Uff parece que...no que no arranca. Una cosa es el bricolaje y otra muy distinta la mecánica, así que tras hacer el amago de abrir el motor y quedarme mirando con cara de idiota la maquinaria decidí coger el autobús. Por supuesto, era la batería, que cuando fui a pagar al día siguient, después de que el mecánico resucitase mi utilitario y descubriese a bocinazos que ¡¡¿tiene alarma?! me dejé la tarjeta en el taller.
Lo del móvil no os lo cuento, es demasiado absurdo.

A estas alturas tengo claro que se han alineado los planetas en mi contra, que tengo los chakras revolucionados, la mala suerte pisándome los talones, el aura de vacaciones y a mi ángel de la guarda apagado o fuera de cobertura. Como esto siga así me no me quedará más remedio que encomendarme a la bruja Norma. Mientras tanto arramblaré con todas las patas de conejo que pueda y... no mejor no intento quitarle una herradura a un caballo, no vamos a tentar (aún más) a la fortuna.