lunes, 17 de mayo de 2010

atrapada en mi pecera

El otro día me contaron un cuento. Hablaba de un príncipe joven, impaciente, ansioso yun poco tarambana, lo propio de la juventud. Resulta que el rey, viendo acercarse el ocaso de su vida y preocupado elel bala perdida de su hijo decidió encomendarle a un tutor con fama de sabio.

El tutor cogio al cabeza de chorlito del príncipe y lo encerró en lo alto de una torre. En la habitación sólo había una ventana y en el centro una pecera con algunos peces. Y allí lo dejó sólo durante una semana. Al pobre príncipe por poco le da un ataque. Paseaba como un loco de un lado a otro de la habitación. Gritaba por la ventana que alguien le sacase de ahí. Trato de escalar, escarbar, golpear y tirar la puerta abajo hasta que cayó rendido.

Una semana después el sabio tutor volvió a la torre. El príncipe estaba que daba palmas con las orejas, por fin podría salir de aquel infierno. Pero el tutor no se lo iba a poner tan fácil

-'Príncipe, ¿Qué has aprendido?'
-¿Aprender?Qué iba a aprender aquí encerrado. Déjame salir, a´quí dentro no puedo aprender nada.

Acto seguido el tutor cerro la puerta y volvió a dejar al joven príncipe encerrado con su pecera. El futuro monarca no daba crédito ¡Otra vez encerrado! Una vez más pataleó, ´dio vueltas por la habitación, gritó y aporreó.

Al cumplirse una semana el sabio regresó a la torre y volvió a formular la misma pregunta.

-'Príncipe, ¿Qué has aprendido?'
- Pues que estoy encerrado en una torre, con una pecera, que esto no me gusta...

El tutor no le dejó acabar, se dio la vuelta y volvió a marcharse. El príncipe ya más resignado volvió a pasar una semana a solas en lo alto de la torre.

Una semana después el sabio volvió a visitar al príncipe.

-'Príncipe, ¿Qué has aprendido?'- le preguntó
- Pues... que la luz del sol y la luna entra por la ventana, y se refleja en la pecera y que los peces duermen de día... El píncipe se había preparado un discurso pero no parecía funcionar. El sabio tutor volvió a dejarle a solas una semana más.

Transcurridos los siete días el anciano tutor regresó una vez más a la torre y se encontró al príncipe sentado en el suelo, mirando fíjamente a la pecera, tanquilo, concentrado, en paz consigo mismo. Y volvió a formular la pregunta

- 'Príncipe ¿Qué has aprendido?
El príncipe le miró, -'tssssssss, silecio' -y le indicó la pecera.
El sabio se marchó, dejando al príncipe en su torre, mirando la pecera y con la puerta abierta para que saliese de la torre cuando quisiera...

Si me buscais, me encontrareis en mi torre mirando la pecera.

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