domingo, 30 de mayo de 2010

Alto y claro

Dicen que hasta que no se les pone nombre, las cosas es como si no fuesen reales, las verdades no lo son hasta que no se dicen en voz alta, de hecho, todos nosotros no existiríamos para el resto del mundo si no constásemos en un registro civil, en un contrato de trabajo, en la lista del paro o, por supuesto, en Hacienda (se me cae la baba sólo de pensarlo...no exisitir para Hacienda, sería como quitarse un peso de encima, vaya el que ya se encargan de arrancar ellos de mi cuenta sin ningún tipo de compasión)

Es curioso, pero los humanos tenemos una percepción totalmente selectiva, vemos lo que queremos ver, y lo que no queremos, no lo vemos, aunque nos lo pongan con luces de neón delante de las narices. Somos capaces de creer ciegamente en ideas, palabras, personas, mitos y dioses. A pies juntillas y sin cuestionar nada. Al fin de al cabo, "el furbol es ansí".

A veces necesitamos que alguien se levante, coja el toro por los cuernos y nos diga alto y claro lo que no nos atrevemos a decir, lo que nos da miedo creer o aquello a lo que no queremos mirar. Y eso asusta.

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